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EL ORIGEN DEL 8 DE SEPTIEMBRE EN TEPEUXILA
Cuentan los ancianos de la comunidad, que oyeron decir a sus abuelos y a las personas más mayores que después de que fue reconocido el pueblo de Tepeuxila por las autoridades de la ciudad de Oaxaca, hace muchos, muchos años, la comunicación con la ciudad se hacía del pueblo hacia el Sur, cruzando el Río Grande en el punto denominado Los Pilares. A partir de tal punto, el recorrido se hizo primero sobre lomo de caballos y más después se hizo en carretas jaladas por yuntas. Por ese medio se transportaban mercancías y personas a Oaxaca y al revés.
Además, dicho camino no servía solamente a los tepeuxileños y a los habitantes de la Cañada Chica, como se le conoce a la zona de Atlatlahuca y otros pueblos del otro lado del río sino que era el punto de entrada a toda la zona de la Sierra Norte. Esto es, que por dicho punto también pasaban las personas provenientes de más arriba de la Sierra, hasta los chinantecos y aún los mazatecos, debido a que era la ruta más directa y más corta a Oaxaca.
Nadie da cuenta de en qué año y por manos de quienes fue construido un puente, cuyos pilares, de uno y otro lado del río están construidos con ladrillos, sobre los cuales se colocaban enormes trozos de madera de pino que se transportaban desde los montes como el Cerro Caspioso y otros puntos, para dar forma al famoso puente del Río Grande. Dicho puente sirvió por muchos años, tantos que no se tiene memoria, y estaba resguardado por la VIRGEN DE LA NATIVIDAD. Al pie del puente, del lado de Tepeuxila, aún quedan rastros de la capilla de la virgen.
El mantenimiento de la capilla, inclusive algún hospedaje a los viajeros lo daba una familia que vivía en aquel lugar. Proporcionaban alimentos tanto para las personas como para los animales de carga primero y después de tiro. Tampoco se tiene memoria que sucedió después con dicha familia.
Entre los viajeros se volvió casi un compromiso hacerle una ofrenda a la capilla de la virgen o cooperar para el mantenimiento del lugar, con lo cual se mantuvo en buenas condiciones por muchos años, hasta que en alguna ocasión, según la historia, pasaron por el lugar un grupo de chinantecos que iban a Oaxaca. Se hospedaron en el lugar y quedaron de pagar a su regreso pero, al volver tampoco cumplieron y además hasta blasfemaron en contra de la virgen diciendo que los alcanzara con su poder. Esa acción fue un mal ejemplo porque en adelante, los viajeros ya no cumplían con la costumbre; la situación de las personas que atendían el lugar fue dificultándose hasta que abandonaron el lugar.
Ante el abandono y descuido del lugar, los tepeuxileños acordaron trasladar a la virgen a la iglesia del pueblo, en donde además faltaba una figura central, por lo que fueron por ella y la colocaron en el lugar principal del altar mayor.
Esto sucedió hacia finales del mes de agosto, cuando en la zona llovía mucho más de cómo llueve en la actualidad. Como ya estaba próxima la fecha de la festividad de la virgen, se prepararon para hacerle su fiesta en la iglesia, pero, cual fue su sorpresa al abrir la puerta en la mañana de dicho día al advertir que la virgen ya no estaba en el lugar.
Formaron inmediatamente una comisión que fuera hasta Los Pilares a averiguar, encontrando que la virgen había regresado a su lugar. Como iban preparados con agua bendita, la llevaron nuevamente al pueblo para hacerle su fiesta, pero, pasando el día 8, empezó a llover con tal intensidad que los arroyos y barrancos de la sierra se convirtieron en ríos, difíciles de pasar.
A la mañana siguiente, el sacristán encontró el nicho de la virgen vacío. Inmediatamente dio cuenta a los mayores del pueblo quienes a su vez acordaron formar una comisión para que fueran nuevamente al Río Grande y volvieran a traer a la virgen.
Dicha comisión tomó las providencias del caso, aprovisionándose con todos los requerimientos para poder trasladar a la virgen de regreso al lugar que le habían destinado en la iglesia.
La comisión llegó hacia la tarde a las márgenes del Río Grande, pudiendo advertir que el nivel del agua iba en aumento a cada momento que pasaba.
Mientras instalaron su campamento, la subida del nivel del río alcanzó el nivel del nicho de la virgen en la capilla junto al río, de tal manera que fueron testigos de cómo la virgen se inclinaba para caer en el agua y alejarse sobre las fuertes corrientes del agua. No pudieron hacer nada para impedir el acontecimiento. Impotentes, se regresaron al pueblo para informar de lo acontecido.
Pidieron la colaboración de los pueblos por donde pasa el río para localizar el posible paradero de la virgen y obtuvieron datos de que por cada lugar por donde pasa el río, hubo personas que vieron a la virgen deslizarse sobre las aguas.
De esta manera recorrió cientos de kilómetros, bordeando la Sierra Madre, pasando por Tuxtepec hasta llegar a Juquila, lugar en donde se orilló para posibilitar que las personas que presenciaban los hechos pudieran recogerla.
La trasladaron a la iglesia, que al igual que la de Tepeuxila, tampoco tenía una figura principal, en donde la colocaron y le hicieron el recibimiento adecuado.
Los tepeuxileños interpretaron aquel acto de la virgen como de enojo por la rebeldía de los chinantecos, por lo cual se mantiene hasta la actualidad la celebración del 8 de septiembre, para honrar a la Virgen de la Natividad.
Tal es el origen de la fiesta del 8 de septiembre, a la que en años anteriores asistía gran cantidad de gente de distintos pueblos y que en los últimos años se celebra casi a nivel del propio pueblo, como una costumbre más en peligro de desaparecer.

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